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10 agosto 2009

Entrevista a Ricardo Darín “No me gusta vender”

El actor es el protagonista de la película de Juan José Campanella que el jueves se estrena en Córdoba. Dice que no le gustan los festivales y que nunca pensó irse de la Argentina.
La conferencia de prensa tarda en comenzar. En una punta del salón los periodistas intercambian anécdotas y predicen el futuro, mientras circulan los presskit con información sobre El secreto de sus ojos y las bandejas con bocaditos. Del otro lado, para mitigar la espera, Ricardo Darín prefiere jugar una partida de billar, para regocijo de las cámaras curiosas y de los cazadores de notas de color.

El actor se saca la campera y, mientras le pone tiza al taco, frunce el ceño y levanta la vista como midiendo la distribución de las bolas en la mesa; después sonríe, bromea, contesta la pregunta de un notero de televisión, atiende el celular y hasta de vez en cuando mete alguna bola. De repente, los fotógrafos presentes cruzan abruptamente el salón, porque en la otra punta empieza la sesión de fotos; enseguida se escucha la voz que reclama a Darín para que traslade su sonrisa hasta el sencillo set. La partida de billar se suspende abruptamente con la bola ocho todavía sobre el paño verde.

En una productora anexo bar del barrio porteño de Colegiales, esta semana se presentó a la prensa El secreto de sus ojos, el último trabajo de Juan José Campanella. La película se estrenará el jueves en Córdoba, pero tendrá un preestreno mañana en distintas salas de la ciudad, con una gran movida solidaria a beneficio del Hospital de Niños.

Como en sus anteriores trabajos para el cine –El mismo amor la misma lluvia (1999), El hijo de la novia (2001) y Luna de Avellaneda (2004) –, en El secreto de sus ojos Campanella tiene a Darín como protagonista, esta vez junto a Soledad Villamil, Guillermo Francella, Pablo Rago y Javier Godino. La historia, próxima a un "noir" pero con trasfondo amoroso, fue extraída de La pregunta de sus ojos, la novela de Eduardo Sacheri, el escritor que junto a Campanella es responsable del guión.

Darín encarna a Benjamín Espósito, hombre recientemente jubilado como empleado de un juzgado penal que decide escribir una novela para ocupar su tiempo libre. Como argumento apela a una historia real, de la que 25 años antes fue testigo y protagonista. El regreso en el tiempo que le exige la revisión de los hechos activa en él una maquinaria de recuerdos que remueve sentimientos y obsesiones no saldadas: un asesinato, un viudo, Sandoval (Francella) –su mano derecha en el juzgado–, e Irene (Villamil), una entonces joven secretaria ahora convertida en juez.

"Es más bien una historia de amor en un marco de suspenso", aclara Darín, que una vez terminada la rueda de prensa accede a conversar a solas con La Voz del Interior . "Es una película distinta a las anteriores de Campanella, con otro enfoque, otra composición. El director en este caso pisa un terreno distinto, pero que conoce muy bien, entre lo sentimental y el suspenso".

–¿Ese doble filo expresivo fue lo que te atrajo del guión?
–Me encantó la historia. Desde que me llegó una de las primeras versiones del libro. En general a un guión le pido que me haga sentir involucrado, aunque más no sea para cagarme de risa. En este caso me movilizó de entrada, y después de la primera lectura ya me sentía arriba del barco. Después analicé más detalladamente lo que ocurre con el personaje, los mecanismos de la trama; en eso Juan (Campanella) es muy abierto para trabajar y siempre deja un espacio reservado a los actores, que después de la primera lectura hacemos una devolución y empezamos a discutir con él particularidades de la historia.

–¿Cómo compusiste el personaje, un tipo oscuro, bastante común?
–La primera impresión que me dio el personaje fue la de alguien que en su vida había dejado pasar oportunidades muy importantes. No me sentí ni cerca ni lejos de un tipo de los que debe haber muchos, que de pronto tiene una oportunidad de volver a recorrer el camino abandonado, de revitalizar sus impulsos y convicciones y revisar sus errores.

Espósito tiene dos grandes obsesiones. Lo que quedó detenido en el tiempo con Irene y lo que ocurre en la vida del tipo al que le asesinan la mujer y quedó sin su amor. La obsesión lo lleva a querer escribir sobre eso e inexorablemente tener que investigar y remover su pasado y reactivar la memoria y la sensibilidad. En realidad las historias de amor de las que habla la película son dos, ambas truncas.

Diversidades
Después del estreno de El secreto de sus ojos en la Argentina, Darín acompañará la película a los festivales de Toronto y San Sebastián. En la reseña española estará además, aunque fuera de competencia, con El baile de la victoria, de Fernando Trueba. "No tengo mucha experiencia en festivales, porque le rajo bastante a eso", asegura Darín mientras mueve la vista buscando un cenicero para apagar el segundo cigarrillo. "He sido invitado a varios festivales, en algunos la pasé bárbaro y en otros muy mal. Yo creía que para un actor un festival debía ser una fiesta, no sólo porque vas a representar tu película, sino además porque es la oportunidad de ver otras, encontrarte con colegas. ¡Mentira! Te sopapean de la noche a la mañana con notas y entrevistas y al final no te queda tiempo para cotejar con otras cinematografías, para vivir el festival".

–¿Por qué creés que se da eso?
–Será que se hace un empleo bastante caprichoso de los actores como cara visible de los proyectos. No hay nada más importante en una película que el director y el guionista, sin embargo la demanda periodística en general pasa por los actores y las actrices. Ahí es donde se hace una utilización del tiempo y el espacio muy perversa, mal distribuida.

–¿Cuáles fueron los festivales donde la pasaste bien?
–Donde lo que importaba realmente era el cine, donde había avidez por ver películas.

–¿Por ejemplo?
–En el Festival de La Habana. Ahí tenés miles de personas pugnando por ver cine. Además es uno de esos lugares como quedan pocos en el mundo, en los que se produce eso de multiplicar las interpretaciones posibles de una obra. Ellos viven su particular realidad política y social y eso hace que ahí todo se revitalice de otra manera y se resignifique. Te doy un ejemplo: cuando fuimos a presentar La fuga (Eduardo Mignona 2001), tenía muchas dudas, porque la historia de seis tipos que escapan de prisión y después cada uno sigue con su cuento, era medio farragosa para relatar en cine y no sabía cómo lo recibiría el público. Un periodista cubano me dijo, ‘una historia que habla de seis seres humanos que escapan de un lugar, en Cuba tiene una representatividad que no creo pueda tener en otro lugar del mundo’. Y tenía razón.

–¿Hay depositadas expectativa en los festivales a los que fueron invitados?
–No le pongo expectativas, en ningún sentido, así se transitan de manera más liviana. Si no, por una cosa o por otra siempre salís golpeado. Creo que está bien y es honesto y digno acompañar una película a un festival, sobre todo, como en este caso, si te sentís orgulloso de haber trabajado en ella. Pero voy detrás de eso, viendo qué va a pasar, porque te podés comer un cachetazo. Creo que lo mejor es no sobrecargar las tintas, sobre todo para después no sentirse desilusionado o traicionado. Se trata de acompañar y apoyar, sin dramatizar. No me gusta vender; lo más piantavotos que hay es intentar vender algo.

–En estos tiempos es difícil ser actor en la Argentina ¿Pensaste alguna vez en irte del país en busca de nuevos horizontes?
–Nunca lo pensé. Estuve mucho tiempo trabajando afuera y tuve la suerte de no tener que modificar acentos, ni palabras, ni maneras de decir, porque cuando estuvimos con Art en España mostramos nuestra versión, tal como la habíamos hecho acá. Por eso pienso que debe ser muy duro tener que trasgredir tu idiosincracia para tener que comunicarte en otro lugar.

–Si por esas cosas de la vida tuvieses que irte ¿Qué lugar elegirías?
–Espero que no suceda nunca, pero si tuviese que dejar el país, España me sienta muy bien.

–¿Qué tiene España para vos?
–La conozco y en las experiencias que tuve sentí la gente es muy amable, muy educada, muy prudente. Esas son muy buenas razones, pero creo que el idioma es el factor determinante. No podría trabajar en Alemania o en Japón, por ejemplo. ¿Viste los cantantes que van a cantar tangos a Japón?

–Pero los idiomas se aprenden…
–Seguro, pero en la manera de hablar de cada uno continuamente hay subtextos que hacen que la comunicación sea mucho más fluida, pero que entienden sólo los que están cerca tuyo. Un gesto o una mirada sobre una palabra dicen más que muchas palabras juntas y eso es un capital propio que sería muy doloroso tener que sacrificar.

–Hablando de cambios de lenguaje, en octubre comenzás a filmar con Pablo Trapero, un director para vos nuevo, con una sensibilidad muy distinta a la de Campanella, por ejemplo…
–Esa diversidad es lo que me tiene entusiasmado. Justamente en estos días estamos hablando de eso, de cómo lograr la convergencia de nuestros idiomas, de nuestros enfoques. Pero él es el director y yo me someto; no hay nada que le guste más a un actor que ser dirigido. Me resulta muy atractivo trabajar con Trapero, pero me da un poco de vértigo.

–¿Una especie de miedo?
–Lo mejor que me puede pasar al comienzo es sentir un poco de incomodidad, para desde ahí ver cómo voy a funcionar, si mis capacidades resultan las mismas que en otras ocasiones o se inhiben. Es como en la primera cita con una mina: te sentís nervioso, pero estás con todas las antenas paradas.

–El protagonista es un abogado, otra vez te toca meterte con lo judicial…
–Es una historia re áspera, muy dolorosa. Pero está muy buena, muy bien estructurada. También es una historia de amor, pero metida en un territorio comanche. Es tremenda.

Diez años después

Antes de El secreto de sus ojos, Ricardo Darín y Soledad Villamil fueron la pareja protagonista de El mismo amor la misma lluvia, el primer trabajo para el cine de Juan José Campanella. Diez años después, actores y director se reencuentran. Para Villamil la reunión con Darín se dio con total naturalidad.

"Fue como retomar desde el punto en el que dejamos –asegura–. Esas son las cosas que posibilitan encontrarse después de 10 años y saber que hay un amigo, que te observa, te acompaña en el trabajo y hasta te puede decir ‘sacate ese suéter porque te queda mal’; y está todo bien. Con Ricardo siempre trabajamos sin mezquindades y en este caso fueron muy buenos los encuentros previos a la filmación, las lecturas y ensayos que tuvimos".

"Con Soledad siempre logramos una buena conexión –agrega Darín–. Es de esas personas con las que no te sentís obligado a poner tus cartas arriba de la mesa para que ella también lo haga y de ahí empezar a cotejar. Nos entendemos siempre bien, con total naturalidad. En El mismo amor la misma lluvia tuvimos escenas bastante complicadas; escenas de amor y de sexo, que no son las más simples para los actores, que pueden ser traumáticas si no tenés un nivel de contención de un lado y del otro. Son escenas que exigen al actor un nivel de exposición que está más allá de lo habitual. Yo me sentí muy que ella se haya sentido contenida por mí en este sentido".

"En este caso la historia pasa por lo contrario –dice Villamil–. La relación entre Espósito e Irene es muy delicada, muy entrecortada y casi inexistente de tan medida. En la película está contada con mucho cuidado y lograr esa distancia no fue fácil".

"Trabajamos mucho sobre eso en los encuentros previos a la filmación –explica Darín–; y al final encontramos que lo que nos podía ayudar mucho a reflejar esa inconsistencia era el hecho que entre ellos se trataran de usted. En el guión se trataban de vos, pero lo cambiamos".

"Es cierto –concluye Villamil–; esta historia pasa mucho por lo que no se dice, más que por lo que se dice. El hecho de poner el ‘usted’ entre ellos funcionó muy bien. Además, hay un momento en el que deciden tutearse y ese detalle subrayó una cambio en la relación que de otra manera hubiese quedad casi imperceptible".

"Dirigir me abrió otro panorama"
–¿Cuando elegís una producción te preocupan otros aspectos más allá del guión?
–Debería decir que si, pero en realidad depende de cada caso. Mentiría si te digo que en primer lugar focalizo sobre el aspecto técnico, aunque reconozco que debería hacerlo. En el caso de Juan (Campanella) ya me puedo imaginar dónde caerán las responsabilidades de cada área. En general lo primero que necesito saber, una vez que ya tengo la idea en las manos, es con quienes voy a trabajar, quienes serán los compañeros. Ahí es donde la balanza se inclina para hacerte sentir más o menos involucrado. Después a medida que avanza el proyecto te vas implicando con las otras áreas.

–¿Cuál es la parte es la que más te interesa?
–La fotografía de una película me interesa mucho. Pero a medida que vas entrando te interesan más áreas. Si uno transita el camino del cine, con cierta humildad, sencillez y prudencia, se da cuenta que todo es importante. Todo está perfectamente repartido en el cine y todos tienen parte de la responsabilidad. Por ejemplo, una música inadecuada puede arruinar la mejor actuación, de la misma manera que si está puesta en el momento indicado y de la manera justa potencia cualquier escena.

–¿Tu experiencia como director en "La señal" cambió tu manera de actuar?
–Absolutamente. Me abrió todo un panorama, una mirada que no tenía. Pero más de influir en la actuación, aprendí un montón de edición, por ejemplo. Montando y desmontando secuencias te das cuenta que medio segundo más en un toma quiere decir mucho. En la edición de una película podés construir una actuación. O destruirla.

A beneficio
"El secreto de sus ojos". La película de Juan José Campanella se preestrenará mañana en Córdoba a beneficio del Hospital de Niños. Los interesados en verla pueden obtener entradas en la sede del hospital (Bajada Pucará y Ferroviarios) a cambio de un juguete, un pañal o una caja de leche en polvo. Mañana de 9 a 16.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar
Fecha de Publicacion: 09 de agosto de 2009

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