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11 noviembre 2008

Patear el tablero

Bella y decidida, Soledad Villamil se ha lanzado con todos los honores al ruedo musical, como cantante solista. En esta charla con LNR cuenta los porqués de este tránsito de un arte a otro, y confiesa que el tango, que apareció como una intuición, se ha transformado en un romance.

Una mirada diáfana, penetrante, que transmite paz. Cada poro de su cuerpo rezuma plenitud. Esa plenitud tiene título: Soledad Villamil canta, el primer álbum de la actriz, ahora también cantante. Soledad creció de la mano de la música, allá en la infancia, cuando su madre la llevaba a sus clases de piano. Después llegó, por elección, la flauta travesera, el conservatorio y, a los 13 años, la intención de seguir la carrera de Música en Bellas Artes, una vez concluido el secundario. La música era su pasión, hasta que a los 15 probó una clase de teatro. "Pero nunca dejé de tomar clases de canto, de entrenar mi voz", dice Villamil, con chispazos en la mirada. Si necesitaba alguna confirmación de que el camino elegido era el correcto, este año se alzó con el premio Gardel al Mejor Album Artista Femenina de Tango. Galardón más que importante para alguien que se lanzó al vacío con la única red de su trayectoria como actriz.

-Con una carrera actoral exitosa pateó el tablero y se dedicó a cantar. ¿No fue demasiado riesgoso?
-A veces pienso que sí, pero tengo mucha confianza en lo que estoy haciendo: apartarme un poco de la actuación y empezar algo nuevo, aunque tengo la enorme fortuna de no haber empezado de cero, por ser conocida como actriz. Creo que éste también es un camino que puede progresar muy bien.

-¿Por qué eligió un repertorio de tango, milonga, folklore?
-No sé, fue como una intuición, que no sé de dónde proviene. No era la música que escuchaba de chica; en mi casa había clásico, brasileño, jazz. Es un amor nuevo; me sorprendió ver cómo sintonizaba con esa poética.


-Hablando de poesía, el tango es melancólico y quejoso, ¿se siente identificada?
-Ehhh... puede ser en lo nostálgico, aunque esos tres rasgos del tango son, justamente, los que no me atraen. Ese desgarro tremendo, terrible, no me gusta.

-Editó su primer disco y ahora filma La pregunta de sus ojos . ¿El ser humano nunca se conforma, siempre quiere más?
-No lo vivo como querer más, sino para profundizar cada vez más en mis capacidades expresivas. Es una manera de aprovechar la vida para ir un pasito más adelante. Ya que uno está vivo, entre el nacimiento y la muerte hay una gran oportunidad de ir buscando un poquito más. Es ponerse en juego con sus capacidades y ampliar su capacidad de acción, ser mejor persona y artista.

-¿Ese crecimiento incluye ambiciones económicas?
-Para mí lo material es la expresión de algo. Quiero poder vivir de lo que me gusta, hacer mi trabajo, tener una casa confortable, sin preocupaciones económicas que me dificulten mi labor. La ecuación más interesante: uno gana dinero para poder trabajar; ésa es la situación ideal, a la que lamentablemente muy poca gente puede acceder.

-¿Es cierto que la crisis de 2002 se llevó todo lo que tenía?
-Me agarró el corralito, pero hice un recurso de amparo y lo recuperé a los tres años. Fue un desastre. En ese momento no sólo estaba el tema del corralito, sino la situación social y política del país. La sensación de que el país saltaba por el aire y no sabía desde dónde se podía volvía a construir; fue terrible.

-Y seis años después...
(Interrumpe) -Estamos otra vez a un paso de la próxima crisis. A veces imagino al europeo, al norteamericano, esa pobre gente que creyó en ese sistema y que es la primera vez... Uno siente que son bebés de pecho y que nosotros hicimos un doctorado en crisis. Pero la verdad es que cada vez habrá muchos más pobres y ricos mucho más ricos.

-¿Tiene confianza en los bancos?
-Nooooooo. Antes del corralito tampoco creía; ningún banco es bueno. Pero por desgracia todos necesitamos vincularnos con ese sistema, aunque no hace más que demostrarnos su debilidad.

-Cambiemos de tema. En pocos meses cumple 40, ¿percibe algún movimiento interno?
-Seee... (murmura un insulto con relación al número, y sonríe). Hay movimientos más allá de la cifra; es un momento en el que me pasan cosas muy buenas; empiezo a sentirme realmente una mujer. Por supuesto que también están los fantasmas relativos al envejecimiento y a la muerte, cosas en las que uno empieza a pensar. Pero se trata de convivir con eso lo mejor posible. Una parte de la vida ya la viviste, pero que hay otra muy importante por vivir.

-¿Sintió culpa por haber trabajado después del nacimiento de Violeta (7), su primera hija? ¿Esa es la razón por la cual dejó la televisión cuando nació Clara (3)?
-No sentí culpa, pero sí dejé la tele por eso. Quería disfrutar más de ese momento, que es algo único, sobre todo pudiendo hacerlo, porque hay muchas mamás que no pueden. Quise estar más conectada con la vida familiar.

-¿Usted dice que el rol de mamá es el más importante, pero también el más difícil?
-Es que implica mover cosas muy profundas, y convivir con eso. Es una gran responsabilidad tener niños a cargo. Lo difícil es ver tambalear toda esa estructura que hasta que no tuve hijos no se movió. Es algo muy fuerte, profundo y que marca.

-Los psicoanalistas dicen que la maternidad brinda la posibilidad de reparar los errores de los propios padres. ¿Qué no le gustó de su crianza?
-Creo que no tiene que ver sólo con los padres, sino con la infancia y el contexto. Si algo no te hizo feliz, será lo primero que no vas a querer hacer con tus hijos, aunque harás otras cosas que a su vez ellos evitarán hacer con los suyos. Lo que yo padecí tiene que ver con un marco social, más que familiar. Mi viejo fue y es militante de izquierda, y mi niñez transcurrió en los 70. El golpe produjo una gran inestabilidad emocional en mi familia: no veíamos a mi papá, teníamos que mudarnos todo el tiempo... Había miedo, miedo, miedo, miedo, miedo... Veinticuatro horas de miedo durante muchos años. El primario lo hice en cinco escuelas; la inestabilidad es una marca que quedó arraigada.

-Echar raíces es, entonces, una condición de vida para usted...
-Sí, me gusta estar en un mismo lugar. Durante mucho tiempo mis peores pesadillas eran las mudanzas. Me iban a buscar a la escuela en un recreo y no volvía más; era algo muy fuerte.

-Esposa, madre, actriz, cantante, ¿cómo se lleva con la sobreexigencia de la mujer, que tiene el mandato de cumplir bien todos los roles?
-Lo tomo como un desafío: combinar, pasar las pruebas y vencer las dificultades; transitando dolores, angustias. Todas estamos exigidas, y está bueno tomar conciencia de eso. Sería bueno tener leyes más contemplativas sobre los derechos de la maternidad. Una mujer no puede volver al trabajo al mes y medio de parir; la lactancia es superimportante; tantas cosas que en países socialmente más avanzados son obvias...

-Intuyo que se analiza, ¿fue a partir de la maternidad?
-Sí, desde que nació Violeta, hace siete años. Tuvo que ver con que se movió toda la estantería. Pero más intimidades no te puedo contar, ¡te abrí mi corazón!

-¿Le gusta tener todo bajo control?
-Te diría que padezco de esa neura (ríe). "Cuando me saqué el mundo que cargaba sobre mis espaldas me di cuenta de que nunca había estado ahí", me encanta ese dicho. Supuestamente, cuanto mayor control, menos cosas hay para preocuparse... Pero, en realidad, estás más preocupada.

-¿Es mística, espiritual?
-Me interesa el tema. ¿Por qué no pensar que detrás de lo manifiesto está lo no manifiesto? (Un poco molesta.) Pero no te voy a hablar más de este tema, es demasiado íntimo.

-¿Sigue viviendo el momento sin pensar qué pasará mañana?
-Trato de vivir el presente; lo que no sé es si me sale bien.

Por Mónica Soraci revista@lanacion.com.ar

La actriz-cantante lleva puesta una camisa rayada en blanco y negro con chaleco rojo (Black Label by Ralph Lauren), pantalón negro (Jazmín Chebar) y un anillo (925 nueveveinticinco) Foto:Martín Lucesole

Soledad Villamil, en escena, en el Centro Cultural Torquato Tasso.

Soledad (tiene puesta una camisa de Pablo Ramírez) no se lleva muy bien con la exposición pública de sus facetas más íntimas.

Ambientación: Dolores Saavedra Producción: Lucía Uriburu Peinó: Nicolás Alegre para Roberto Giordano Maquilló: Malala Lagos (malalalagos@hotmail.com)
Asistente de producción: Martina Mattioli Agradecimiento: Manifiesto; Humboldt 2160

De aquí y de allá
En el marco del ciclo de presentaciones de su primer álbum, Soledad Villamil canta , la intérprete realizó una serie de conciertos en Torquato Tasso. Producto de su trabajo, este año Villamil ganó el premio Gardel al Mejor Album Artista Femenina de Tango. Además, está filmando La pregunta de sus ojos , de Juan José Campanella, con Ricardo Darín. Sus horas, por estos días, transcurren entre el set de filmación y los ensayos con su banda de músicos. A la noche, la espera su familia. Su marido, el actor Federico Olivera, y sus dos hijas, Violeta y Clara. "Federico es mi fan número uno. Tiene grabados mis temas en el iPod y dice que es lo que más escucha", enfatiza Villamil. A poco de empezar a transitar la cuarta década, Soledad se siente una privilegiada: Puedo trabajar de lo que me gusta y disfrutar de la familia que tengo".

Fuente: La Nacion.com
Fecha de Publicacion: 9 de noviembre de 2008

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