Los actores, más Soledad Villamil, están rodando "El secreto de sus ojos", una película de suspenso con un asesinato de por medio, que comienza en los tiempos actuales y se retrotrae a la década del '70. Clarín accedió a la filmación y habló con sus protagonistas.
Un cafetín de Buenos Aires de esos que resisten la plaga de la movida fashion, dos vermout, alguna ñata contra el vidrio, un cuadro de Chaplin humedecido y pebetes en hilera expuestos en un mostrador de anticuario. En el centro de esa cápsula del tiempo detenida en los '70, dos pares de ojos turquesa entrecruzan por primera vez miradas en el cine. La postal lleva la rúbrica de Juan José Campanella y los que ponen alma a la escena son Ricardo Darín y Guillermo Francella.
El secreto de sus ojos, el nuevo filme del director de Luna de Avellaneda se gesta entre San Telmo, Tribunales y Capilla del Señor, con Darín y Soledad Villamil (dupla de El mismo amor, la misma lluvia) como pareja central más Francella y Pablo Rago. Esta vez, Campanella parece haber cambiado el tono. No hay clubes por salvar aquí ni padres por casar ni amores desencontrados como en sus últimas historias. Sí hay una buena dosis de suspenso policial (el filme está inspirado en La pregunta de sus ojos, novela de Eduardo Sacheri), entremezclado con "algo de comedia romántica", horror y varios otros condimentos. Ni siquiera Francella (debutante con este director) hará reír al espectador, sino que le pondrá el cuerpo a un alcohólico, criatura entre dramática y pintoresca.
"Era un paso bastante lógico que él (Campanella) iba a dar. Siempre habla de las tres películas que hicimos (El mismo amor..., El hijo de la novia y Luna de Avellaneda), como una trilogía. Esta se escapa a eso", anuncia Darín, Benjamín Espósito en la ficción, "Un trabajador idealista de Tribunales que pelea por lo que es justo". De fondo, reinan las extras con raros peinados viejos, plataformas y batones floreados. Estamos inmersos en una década negra y la ambientación de cristales amarillentos ayuda a creérselo. Una voz chillona digna de la empleada pública encarnada por Antonio Gasalla grita ¡Atrás! En este bar digno de un tango bien llorón hay que hacerse ovillo para que actores, utileros y técnicos "gambeteen" en espacio reducido. Serán siete
La trama -arranca en el 2000 y ancla luego en el pasado, casi 30 años antes- hace eje en un asesinato ocurrido en 1975. A punto de jubilarse, el personaje de Darín, hombre con aspiraciones de escritor, quiere ahondar en el ya viejo crimen (del cual fue testigo) para escribir su novela. En ese marco tendrá grandes debates con su amigo Sandoval (Francella), compañero de trabajo y también testigo directo, y reencontrará a quien amó en silencio por décadas (Irene, Soledad Villamil). Pese al contexto histórico, no habrá conexión con la dictadura, aunque sí claras referencias de la época.
"Acá hay una especie de extracto, de síntesis de lo que nos gustaría que ocurra dentro de la justicia. Cuando puteamos contra las cosas que no funcionan, sabemos que en el fondo estamos siendo injustos con un montón de tipos que sí cumplen con su trabajo debidamente, que defienden a la gente que merece ser defendida y defienden valores", suelta Darín. Y grafica: "Se van a ver escenas de horror, pero no por manos de la dictadura. Escenas como podemos ver
Francella está irreconocible. No sólo porque se animó a abandonar el bigote ("Me lo dejé en 1978 por una promesa en el Mundial y lo tuve 19 años ininterrumpidamente hasta 1997", detalla), sino porque exhibe apliques en el pelo, raya al costado, canas y antiguos anteojos de vidrio grueso. En el traje de una persona acartonada, cuenta que la cara "desnuda" y el nuevo lookle obsequiaron una cierta libertad. Ha paseado por los bares cercanos a Tribunales sin siquiera haber sido advertido por el público. "Me gusta transitar una cuerda nueva, buscar otra cosa. De eso se tratan los cambios y cuando un director lo pide me someto", advierte quien al fin ya no será el cómico que todos esperan, sino un hombre gris, vapuleado, refugiado en la bebida, "a quien los pares le pierden respeto cuando toma".
Todavía se sorprende cuando evoca la forma en que Campanella le habló del proyecto: lo sentó en un bar y le llevó a una foto trucada con photoshop en la que el actor lucía como hoy. "¿Quién es ese tipo?, le pregunté. No podía creer que era yo. Me impresionó la idea", admite.
¿Estabas necesitando correrte del humor un rato?
Francella: No pasa por necesidad, a mí me encanta trabajar en contenidos que me dejen satisfecho. Jamás minimizaría la comedia. La amo con locura. Siempre me gustó tener en mi mano contenidos y trabajar con actores que respeto. Y a veces no tenía posibilidad de ser convocado. Todo vino a raíz de que me vino la gran película, Rudo y cursi con esa selección del cine mexicano. Se hablaba del artista popular que a veces no es convocado para otras cosas. Sí lo he logrado televisivamente y en teatro, pero no en cine, aunque he formado parte de películas muy taquilleras que amo. Tenía como asignatura pendiente tener a estos directores y actuar estos contenidos. Admiro a Campanella. Estoy fascinado por su claridad y seguridad. Amé su filmografía.
Campanella dijo alguna vez sobre vos, Ricardo, que con él funciona ese código estilo Scorcese-De Niro. ¿Eso los hace volver a una cuarta película juntos?
Darín: Se da una cosa con él: confío en su criterio y sé que las cosas que le pasan por su cabeza casi con seguridad a mí también me van a movilizar. Es nuestra cuarta película, pero ésta es quizá la primera vez que noto que pisa un terreno distinto del que pisaba. Y yo lo acompaño en esa movida. No sé si será parecido a lo de Scorsese y De Niro... Creo que lo que nos diferencian, básicamente, son nuestras cuentas bancarias.
Cobarde a la hora de jugarse por sus sentimientos uno (Espósito, Darín), bicho de oficina abatido por la vida el otro (Sandoval, Francella), compartirán más que el ámbito de la justicia: "Algo que se les escapó de las manos, un hecho que quedó inconcluso, un misterio que no se puede contar ". Esa será la excusa para que reunidos por primera vez en pantalla grande, los actores repitan lo que alguna vez hicieron en pantalla chica (Ver las cifras).
"El vínculo en lo actoral parece que quedó intacto entre nosotros. Pasaron tantos años, se prendió una cámara y nos dimos cuenta que fue como andar en bicicleta, nunca te olvidás", dice Francella, quien al término del rodaje se abocará a su debut como director (también actuará) en La cena de los tontos, en Mar del Plata, junto a Adrián Suar, Pablo Codevilla y elenco. Hay guiños cómplices entre el director de La señal y el futuro director teatral. El secreto de tanto feeling, parece estar escondido en los ojos.
Fuente: Diario Clarin
Fecha de Publicacion: 9 de noviembre de 2008
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